En el aniversario 454 de Caracas, Crónica.Uno cuenta la historia de caraqueños que desde su oficio le han aportado algo bueno a la ciudad. En la escuelita de Migleris se plantearon crear un espacio libre de violencia que le permitiera a los niños sentirse protegidos del caos de la Gran Caracas y que pudieran ser creativos para explorar en áreas de la cultura, el arte, la música y la lectura.
Caracas. La casa de la mamá de Milagros pasó de estar desocupada a que llenaran las habitaciones con libros, lápices y pizarrones. Unos meses después de que se suspendieran las clases presenciales por la pandemia —en marzo de 2020— Migleris Villarroel le comentó a su amiga que era una buena idea abrir un espacio para tareas dirigidas y apoyar a los niños que estaban sin estudiar en las calles del barrio José Félix Ribas de Petare, en el Área Metropolitana de Caracas.
Consiguieron la casa un poco abandonada y tenían que adecuar el espacio. Migleris encontró medio galón de pintura. Otras personas les donaron un pizarrón. Llenaron unas cajas con libros en mal estado y las embalaron para hacer una especie de bancos, pusieron una tabla encima de dos cestas para tener una mesa. Y así todo comenzó a agarrar forma.
La idea era que las clases de tareas dirigidas fueran a muy bajo costo, así que le pidieron a los padres lo necesario para que ellas pudieran comprar productos de limpieza y desinfección para cuidarse de la COVID-19. En esa oportunidad, comenzaron solo con seis niños, pero la voz se fue corriendo en el barrio. Los padres les preguntaban si podían llevar a sus hijos porque algunos estaban recibiendo indicaciones de los colegios vía WhatsApp, pero los niños no estaban aprendiendo.
Migleris, Milagros y otras cuatro maestras llegaron a tener 27 alumnos entre educación básica y bachillerato. En ese momento les impactó que había niños que no sabían leer pese a que ya estaban en edad de hacerlo. Además, al preguntarles cómo se llama el barrio o en qué ciudad viven, no sabían responder.
“El docente es una pieza fundamental porque entre sus funciones está formar a buenos caraqueños y buenos venezolanos”, dijo Migleris. En la escuelita se plantearon crear un espacio libre de violencia que les permitiera a los niños sentirse protegidos del caos de la Gran Caracas y que pudieran ser creativos para explorar en áreas de la cultura, el arte, la música y la lectura.
Migleris trabajó en un preescolar, que tenía una planificación dictada por el Ministerio de Educación. Esto la ayudó a poder hacer un cronograma de materias y temas a tratar en la casa de tareas dirigidas. Determinó que iban a tener dos horarios —mañana y tarde— y las clases intensas serían de lunes a jueves, para que los viernes tuvieran actividades recreativas como dibujo artístico, manualidades y repostería.
Milagros, en cambio, trabajaba como asistente dental y perdió su empleo con el decreto de la cuarentena. Por eso se apoyó en la experiencia de Migleris para enseñar a los alumnos.
A Caracas tenemos mucho que agradecerle y más por darle. En nuestras manos está formar a los ciudadanos de bien. Unos que la cuiden y la defiendan”, resaltó Milagros.
Hay padres que hacen el esfuerzo porque se dan cuenta de que el sistema educativo público es deficiente y prefieren mil veces llevarlos a estas casas”, comentó Jimmy Pérez, coordinador general de Zona de Descarga.
La dinámica diaria consiste en organizar a los niños según su nivel educativo. De un lado de la mesa hay niños que no saben leer o sumar y están con una maestra, mientras que al otro lado una guía acompaña a los que están más avanzados. En la sala están los muchachos de bachillerato que ven clases de química o física y, los viernes, de inglés básico.
“A Caracas la celebramos educando a los ciudadanos de mañana”, afirmó Migleris Villarroel.
La ONG Provea resaltó en su informe anual 2020 que la COVID-19 profundizó la crisis en todos los niveles de educación en el país y subrayaron que con la obligación del Estado a imponer todas las clases de forma virtual y a distancia se marcó la desigualdad entre los habitantes de Caracas.
Además, la dinámica de enseñanza pasó a depender de la conexión a Internet en medio de una escasez de recursos económicos para tener equipos como celulares y computadoras. Por ejemplo, en Fe y Alegría, 42 % de los docentes no tenía equipos celulares para atender de forma virtual a sus estudiantes y al cierre del año escolar 2019-2020, no pudieron atender a 19 % de sus estudiantes, es decir, 20.208 alumnos.
Ponquecitos de paz
Como el año escolar 2020-2021 ya terminó, las maestras abrieron un plan vacacional dentro de la casa de tareas dirigidas para motivar a los alumnos a hacer actividades divertidas. El pasado 21 de julio, cada niño llegó con un poquito de harina, huevos, vainilla, mantequilla y leche porque iban a tener una clase de repostería para hacer ponquecitos.
"Aquí los niños sienten que somos una familia. A veces ni se quieren ir", contó Milagros y resaltó que en los barrios de la Gran Caracas no solo hay delincuencia y tiros, sino que también hay personas que quieren salir adelante.
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